7th Oct 2024
Érase una vez, tres amigos llamados Leo, Sofía y Tomás. Un día, decidieron escalar una montaña muy famosa, llena de misterios y cuentos. Se decía que en la cima había tres secretos esperando por ser descubiertos. Con sus mochilas listas y sonrisas brillantes, comenzaron su emocionante aventura hacia la montaña.
Al iniciar el camino, escucharon susurros del viento, cuentos antiguos sobre tesoros escondidos. “Quizás encontremos oro o piedras brillantes”, dijo Tomás con sus ojos llenos de ilusión. Pero Sofía, que era sabia, respondió: “Quizás los secretos son más que riquezas. Vamos a averiguarlo juntos.”
Mientras subían, pasaron por un bosque hermoso, lleno de árboles verdes y flores de colores brillantes. De repente, Leo se detuvo, sintiendo una energía especial. “Miren, hay un árbol enorme”, exclamó. “Quizás uno de los secretos está aquí”. Se acercaron y encontraron una inscripción en la corteza del árbol: 'Conócete a ti mismo y encontrarás el verdadero tesoro.'
Los amigos se miraron y comenzaron a pensar en lo que significaba. Sofía dijo: “Quizás el primer secreto es conocernos mejor, sentir nuestras emociones y aprender a ser valientes.” Leo asintió, “Sí, ser amigos es un gran tesoro. Nadie puede ser tan fuerte solo.”
Seguiron subiendo la montaña, y cada uno pensaba en lo que podía aprender el uno del otro. Al llegar a un arroyo cristalino, se sentaron a descansar. Miraron su reflejo en el agua. “El segundo secreto”, dijo Tomás emocionado, “es aprender a ver nuestra propia luz.”
Mientras reían y jugaban en el arroyo, notaron un círculo de piedras del lado del sendero. Era un lugar perfecto para meditar. Se sentaron en silencio, cerraron los ojos y escucharon los latidos de sus corazones. Sofía explicó: “El silencio también tiene sus secretos; en él podemos encontrar paz.”
Continuaron su camino hacia la cima. El aire se volvía más fresco y el paisaje más hermoso. Los amigos sabían que ya estaban cerca de descubrir el último secreto. Nadie dijo una palabra, pero todos sentían una mezcla de emoción y nerviosismo. Estaban listos para enfrentar lo que venía.
Finalmente, al llegar a la cima, fueron recibidos por un espectáculo impresionante. Las nubes danzaban y el sol se escondía lentamente. “Este debe ser el tercer secreto”, murmuró Leo. “La belleza está en disfrutar cada momento.”
Se dieron la mano, celebrando el triunfo de su amistad y los secretos que habían descubierto en su viaje. Se dieron cuenta de que no necesitaban riquezas materiales; sus corazones ya eran ricos con amor y amistad. Desde aquel día, la montaña no solo fue famosa por sus secretos, sino también por los tres amigos que unieron sus corazones.