28th Oct 2024
En un bosque hermoso y verde, vivían muchos animales. Entre ellos, había un conejito llamado Bruno, una ardilla llamada Sofía, y un ciervo llamado Leo. Todos eran amigos y jugaban juntos cada día. Un día, escucharon un ruido triste de una pequeña ave.
La pequeña ave, llamada Pipo, estaba en el suelo y no podía volar. Ella tenía una ala lastimada y se veía muy triste. Bruno, Sofía y Leo se acercaron a Pipo con cuidado. "No te preocupes”, dijo Bruno con una sonrisa. “Te ayudaremos a volar de nuevo".
Sofía, que era muy rápida, corrió a buscar hojas suaves y tiernas para hacer una cómoda cama para Pipo. “Aquí estarás cómoda”, dijo Sofía mientras acomodaba las hojas con sus patas. Pipo sonrió un poco, sintiéndose feliz por tener amigos tan buenos.
Leo, con su gran corazón, fue a buscar comida deliciosa. Encontró semillas y frutas en el bosque. “Aquí tienes, Pipo, come bien para que te sientas más fuerte”, dijo Leo, mientras le daba la comida con cuidado.
Bruno pensó en algo más. “Vamos a crear un plan para que Pipo pueda volar otra vez. Necesitamos hacer ejercicios”, dijo emocionado. Juntos, inventaron juegos y les enseñaron a Pipo cómo mover su ala un poquito. Fue muy divertido
Con el tiempo, Pipo comenzó a sentirse mejor. Sus amigos estaban siempre a su lado, animándola y brindándole apoyo. Un día, Pipo sintió que se podía mover un poco más. “¡Voy a intentarlo!” gritó con alegría.
Los amigos del bosque se reunieron en un claro. “Tú puedes, Pipo! ¡Vamos!”, gritaban todos. Pipo cerró los ojos, tomó una respiración profunda, y con todas sus fuerzas, movió su ala y saltó hacia adelante.
¡Y voilá! Pipo levantó el vuelo por primera vez. Voló un poco y luego regresó a sus amigos, muy emocionada. “Lo logré! ¡Volé!”, exclamó Pipo mientras daba vueltas en el aire. Todos los animales aplaudieron y rieron.
Pipo estaba tan feliz, pero también sabía que no lo habría logrado sin la ayuda de sus amigos. “Gracias, amigos. Ustedes son los mejores”, dijo Pipo, sonriendo radiante. La amistad es el mejor regalo del mundo.
Desde ese día, los cuatro amigos jugaron juntos en el bosque. Pipo aprendió a volar alto y disfrutar de cada día con sus maravillosos amigos. Y así, siempre se ayudaron unos a otros en el bosque.