18th Apr 2025
Había una vez una casita muy humilde. El techo era de tejas de ternit, las paredes de ladrillo y las puertas de madera. Allí vivía una pareja de ancianos. Estaban tan enamorados como el primer día. El abuelo dijo: "¡Mira, cariño! ¡El sol brilla hoy!" Y la abuela respondió: "¡Sí, amor! ¡Es un día perfecto para ir al parque!"
A estos abuelitos les encantaba salir al parque del pueblito. Comían helado y veían los pajaritos en los árboles. La abuela sonreía y decía: "¡Qué hermoso es el parque!" El abuelo asentía, disfrutando de la brisa que les acariciaba las mejillas. Pero un día tranquilo, el cielo se oscureció y comenzó a llover fuerte. Las ramas caían y los animales corrían.
Las personas huían buscando protección. Los ancianos, tomados de la mano, caminaban lentos contra la tormenta. De pronto, entre truenos, una voz gritó: "¡Cuidado con el hueco!" Pero no podían escuchar bien. Un joven empapado apareció, con una gran capa, y les ayudó a refugiarse bajo ella.
Poco a poco, el joven guió a los ancianos hacia el camino de salida. Cuando llegaron a la esquina, vieron a personas con paraguas y mantas. Estaban allí para ayudarles a cruzar la calle. Los abuelitos estaban agradecidos, sintiendo mucho amor de la comunidad. La abuela dijo: "¡Qué amable es la gente!"
Desde ese día, cada vez que miraban por la ventana, sonreían. Sabían que vivían en un lugar lleno de amor y solidaridad. El abuelo decía: "¡Qué suerte tenemos!" Y la abuela respondía: "Siempre debemos ayudar a los demás, así como nos ayudaron a nosotros."