7th Oct 2024
Laura era una niña curiosa y brillante. Un día, decidió visitar la biblioteca local, un lugar lleno de magia. Entre estanterías y libros, encontró un libro polvoriento que llamó su atención.
Al abrir el libro, una luz brillante emergió de sus páginas. Laura sintió un fuerte viento que la envolvía y, de repente, se encontró en un antiguo castillo. Allí conoció a una joven princesa que necesitaba ayuda.
La princesa estaba triste porque su castillo había sido encantado. Sus habitantes, convertidos en estatuas, solo podían volver a la vida si ella encontrara una llave escondida.
Laura buscó por todo el castillo y, en un rincón polvoriento, encontró un cofre hermoso. Dentro, había una llave dorada que brillaba como el sol. Se la dio a la princesa con alegría.
Con la llave, la princesa abrió una puerta mágica y, ¡bam!, los habitantes volvieron a la vida. Todos celebraron con un gran festín, y Laura se sintió feliz por haber ayudado.
Pero Laura sabía que debía irse. La princesa le dio un abrazo y le entregó un collar mágico como recuerdo. Y con un parpadeo, Laura volvió a cruzar el portal del libro.
Esta vez, aterrizó en una selva. Ahí, conoció a un brillante explorador que buscaba un tesoro perdido. Sin él, su aventura estaba incompleta y su nombre, en la historia, olvidado.
Juntos, buscaron pistas y resolvieron acertijos en antiguos mapas. Tras un largo camino lleno de sorpresas, encontraron el tesoro escondido, que brillaba como estrellas.
El explorador estaba tan agradecido que le hizo prometer a Laura que siempre recordarían su encuentro. Con un fuerte abrazo, Laura cruzó otra vez el portal del libro.
Finalmente, Laura regresó a la biblioteca, con su corazón lleno de aventuras. El libro polvoriento ahora brillaba en sus manos. Desde ese día, cada vez que lo abría, sabía que el tiempo sería su amigo.