7th Oct 2024
Diego era un niño curioso, lleno de sueños. Un día, en el ático, encontró un viejo reloj cubierto de polvo. "¿Qué es esto?", se preguntó asombrado. Al darle vueltas a la manecilla, algo increíble ocurrió: el tiempo se detuvo por un instante. Aunque asustado, su hermana Sofía llegó y juntos decidieron investigar.
Sofía, con su sonrisa brillante y ojos curiosos, miró el reloj. "¡Diego, ¿puedes congelar el tiempo?!", exclamó emocionada. Decidieron probar el reloj en la escuela. Detuvieron a la profesora justo cuando estaba por asignar tareas. Rieron juntos, un momento divertido, usando el tiempo a su antojo.
Al día siguiente, los hermanos pensaron en usar el reloj para ayudar a otros. Vieron a una anciana que no podía cruzar la calle. Pulsando el reloj, detuvieron el tiempo y llevaron a la señora al otro lado. "¡Eres un niño valiente, Diego!", dijo ella agradecida, mientras ellos sonreían con alegría.
Con cada aventura, sentían que el tiempo del reloj era un regalo. Lo usaron para ayudar a su mamá a limpiar la casa. Detuvieron el tiempo y todo quedó brillante en un parpadeo. "¡Qué divertido es ayudar!", dijo Sofía mientras las risas llenaban su hogar.
Sin embargo, un día el reloj dejó de funcionar. Diego y Sofía se miraron preocupados. "No podemos detener el tiempo más", dijo Diego, sintiendo que la magia se había ido. Pero su hermana lo abrazó y le dijo: "El tiempo que pasamos con los demás es lo más importante".
Aprendieron la lección: el tiempo no debería ser mal utilizado. Así decidieron disfrutar cada momento, porque cada segundo era valioso y lleno de vida. En el parque, jugaron con sus amigos, riendo sin prisa, disfrutando el tiempo que tenían juntos.
Un día, mientras jugaban, encontraron un nuevo amigo. Se llamaba Tomás. Invitaron a Tomás a sus aventuras. "¿Tienen un secreto?", preguntó él, curioso. Diego y Sofía sonrieron, recordando el reloj y decidieron no contarle.
La amistad también era un tesoro; cada risa, un bello regalo. Nunca más usaron el reloj, pero el tiempo entre ellos fue lo más especial. Jugaron hasta que el sol se ocultaba, disfrutando cada rayo de luz, cada paseo y risa compartida.
Así, Diego y Sofía vivieron felices por siempre, dejando que cada momento fluyera. El tiempo era un amigo, un regalo divino, cada día una nueva aventura, un curioso camino.
Y así, aprendieron a valorar el presente. Decoraron cada día con amor y momentos. Desde ese día en adelante, el reloj quedó guardado, pero sus corazones siempre llenos, siempre emocionados.