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Histórias Para Dormir
¡Acompaña a Lucho, el pequeño lobo, en su emocionante aventura por el bosque! En su búsqueda de amigos, descubre que todos son diferentes y especiales.
Había una vez un pequeño lobo llamado Lucho. Lucho era un lobo solitario, que deseaba tener amigos. Un día decidió salir en busca de compañía en el bosque. Lucho caminó y caminó, feliz por su aventura.
Primero, Lucho encontró a una divertida ardilla llamada Sofía. Sofía tenía una hermosa cola y siempre estaba saltando de rama en rama. "Hola, Lucho!" dijo Sofía. "¿Quieres jugar conmigo?" Lucho sonrió y dijo, "¡Sí!".
Jugaron juntos, lanzando nueces y corriendo entre los árboles. Pero Sofía era muy rápida y Lucho no podía seguirle el ritmo. "Eres muy rápida, yo no puedo jugar como tú," dijo Lucho un poco triste.
Continuó su camino y pronto conoció a un sabio búho llamado Don Ramón. Don Ramón estaba posado en una rama, observando todo con sus grandes ojos. "Hola, pequeño lobo. ¿Qué buscas?" preguntó Don Ramón. Lucho respondió, "Amigos!"
"Cada uno tiene su propio ritmo," dijo Don Ramón. "¿Por qué no pruebas a ser tú mismo?" Lucho se sintió mejor con su consejo. Decidió seguir buscando, con la esperanza de encontrar un amigo.
Más adelante se encontró con un grupo de ciervos juguetones. Estaban saltando y jugando en el campo. Lucho se acercó y les pidió unirse. Los ciervos dijeron, "¡Claro! Pero tienes que saltar como nosotros!"
Lucho intentó saltar, pero no era tan ágil como ellos. Se cayó en la hierba y se rió de sí mismo. "No sé saltar, pero puedo correr de otra manera!" dijo Lucho, y así se divirtieron juntos de una manera diferente.
Luego, Lucho vio a una despistada tortuga llamada Tula. Tula se movía lentamente y parecía preocupada. "¿Qué te pasa?" preguntó Lucho. Tula respondió, "Nunca encuentro a nadie que quiera jugar a mi ritmo."
Lucho se dio cuenta de que podían jugar juntos, aunque fueran diferentes. Comenzaron a jugar a las escondidas, y Lucho siempre la ayudaba a encontrar un buen escondite. Ambos se rieron y se divirtieron.
Al final del día, Lucho volvió a su casa. Se sentía feliz porque había hecho amigos, cada uno único y especial. Lucho aprendió que no importa cuánto diferentes sean, todos pueden ser amigos.
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