18th Nov 2024
Había una vez un jardín encantado donde vivían dos amigos, Leo y Lila. Leo era un niño robusto y aventurero, mientras que Lila era una niña amable y creativa. Les encantaba jugar juntos y explorar el jardín. Pero un día, Leo dijo: “Sólo los chicos pueden escalar árboles y hacer deportes.” Lila se sintió triste, pues ella también quería jugar a ser valiente.
Lila, al escuchar a Leo, decidió demostrarle que las niñas también podían ser aventureras. Un día, llevó a Leo a una gran roca en el jardín. “¡Mira! Puedo escalarla tan rápido como tú,” dijo Lila mientras subía. Leo la miró sorprendido y comenzó a entender que no había reglas sobre quién podía hacer qué. El jardín era para todos, sin importar si eran chicos o chicas.
Mientras exploraban más, encontraron un árbol con un gran nido. “¡Mira, hay pájaros! Debemos ayudarles a volar,” dijo Lila. Pero Leo dudó. “Los chicos no ayudan a los pájaros,” dijo. Pero Lila le respondió: “La bondad no tiene género. Todos pueden ayudar.” Juntos, empezaron a cuidar a los pájaros y, en ese momento, Leo aprendió que ser amable y ayudar es importante para todos.
Un día, conocieron a un niño llamado Tomás. Era un niño muy travieso que disfrutaba hacer malas acciones, como romper flores y asustar a otros. Leo se sintió mal viendo que Tomás estaba causando tristeza en el jardín. “No me gusta esto,” le dijo a Lila. Ella respondió: “La maldad no es divertida. Necesitamos ayudar a Tomás a entender que todos deben ser amables.” Juntos, planearon cómo podrían enseñarle sobre la bondad.
Finalmente, Leo y Lila invitaron a Tomás a jugar en su jardín. Le mostraron cómo cuidar las flores y los pájaros. Tomás pronto se dio cuenta de que hacer cosas buenas era mucho más divertido. Leo, Lila y Tomás se convirtieron en un gran equipo, juntos explorando, ayudando y jugando, sin pensar en si eran chicos o chicas. Aprendieron que el jardín era un lugar mejor cuando todos eran amables y valientes.