28th Oct 2024
En un pueblo soleado, los niños estaban muy emocionados. Todos estaban preparando sus cometas para el gran festival. Las cometas eran de muchos colores: rojas, verdes, azules y amarillas. Todos querían que su cometa fuera la más hermosa. El aire estaba lleno de risas y alegría.
Cada niño tenía una idea especial para su cometa. Sofía decidió hacer una cometa con forma de estrella. Cortó papel brillante y eligió un hermoso palo de madera. Rápidamente, su abuela le ayudó a unir todo con amor y cuidado. Sofía sonrió al ver su hermosa cometa terminada.
Juan, el mejor amigo de Sofía, quería hacer una cometa gigante. Usó cartón grande y pintó una cara sonriente. Todos los niños rieron al verlo. Juan se sintió muy orgulloso de su increíble cometa. Él creía que iba a ganar el concurso.
El día del festival llegó. El cielo estaba claro y todos los niños estaban listos. Los padres también estaban emocionados. Ayudaron a desatar las cometas y a sostener los hilos. Sofía y Juan se miraron sonriendo, listos para comenzar. Entonces, ¡el evento empezó!
Las cometas comenzaron a volar alto en el cielo. Las risas de los niños llenaban el aire. Las cometas danzaban al viento como si fueran estrellas en el día. El brillante sol hacía que todos los colores se vieran aún más vivos. Era un espectáculo mágico.
Sofía levantó su cometa estrella lo más alto que pudo. Ella gritaba: "¡Mira cómo brilla!". Juan intentó superar su altura. "¡Yo tengo la mejor!" decía. Todos los niños volaban sus cometas, disfrutando del momento juntos.
De repente, una cometa roja voló y se enredó con la estrella de Sofía. Los niños miraron asombrados. Pero Sofía sonrió y dijo: "¡Vamos a volar juntas!". Juan aplaudió la idea. Las dos cometas se unieron y subieron al cielo como amigas.
El jurado llegó para ver las cometas. Estaban impresionados por la creatividad de todos. El premio no solo sería para una, sino para todos los niños porque trabajaron juntos. Todos celebraron con alegría, felices de compartir el momento. Los padres sonrieron mirando a sus hijos.
Al final del festival, los niños se sentaron en la hierba. Miraron cómo sus cometas volaban alto. Se sintieron felices y orgullosos. Sofía y Juan sabían que el verdadero premio era la diversión que compartieron con todos. Hicieron promesas de volar cometas nuevamente.
Desde ese día, en el pueblo, cada vez que el viento soplaba, los niños recordaban aquel gran festival. Todos estaban listos para hacer nuevas cometas y vivir nuevas aventuras. Y así, entre risas y vuelos, comenzó la tradición de un pueblo lleno de alegría.