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Cuentos Para Dormir
¡Acompaña a Diego en su aventura mágica donde los sueños de los niños cobran vida! Con la ayuda de un hada, aprenderá sobre la importancia de compartir.
Diego era un niño curioso y soñador. Un día, encontró un viejo libro en el ático de su abuela. Estaba cubierto de polvo, pero cuando lo abrió, brilló con una luz mágica. Las páginas hablaban de una ciudad donde los sueños de los niños cobraban vida. Diego decidió ir a esa ciudad mágica, sin dudar ni un instante.
Al abrir el libro, Diego sintió un suave viento que lo envolvió. En un abrir y cerrar de ojos, se encontró en la ciudad de los sueños. Todo era colorido y lleno de criaturas fantásticas. Los niños reían y jugaban mientras sus sueños danzaban a su alrededor.
Pero pronto, Diego vio que algunos niños estaban tristes. Al acercarse, escuchó sus susurros. 'Un monstruo ha robado nuestros sueños', dijeron. Diego entendió que debía ayudarles. '¡No tengamos miedo!', gritó, decidido a recuperar lo que les habían robado.
Diego se encontraba un hada llamada Lira, que brillaba con luz plateada. 'Yo te ayudaré', dijo ella con una voz melodiosa. 'Juntos, podemos encontrar al monstruo y devolver los sueños a sus dueños'. Con su varita mágica, Lira guió a Diego por senderos impresionantes.
Caminaron por un bosque de estrellas, donde los árboles susurraban secretos. Cada árbol tenía un sueño atrapado en sus ramas. 'Debemos liberarlos', dijo Lira. Diego movió su mano y los sueños volaron libres, llenando el aire de risas.
Finalmente, llegaron a la cueva del monstruo. Era grande y aterrador, con ojos que brillaban como el fuego. '¡Devuélvenos nuestros sueños!', gritó Diego con valentía. El monstruo, sorprendido, se congeló. No esperaba el valor de un niño como Diego.
'No los comeré', rugió el monstruo, 'sólo quiero imaginar un mundo mejor'. Diego, tocado por su historia, decidió ayudarlo. 'Compartamos nuestros sueños', propuso. 'Así todos estarán felices.'
El monstruo, que solo quería compañía, sonrió. Lira agita su varita y, juntos, liberaron los sueños. Todos los niños regocijaron al ver que sus sueños regresaban. Diego aprendió que compartir es el mejor modo de vivir.
Regresaron a la ciudad. La alegría reinó, y los sueños danzaban entre los niños. Diego se sintió feliz, comprendiendo que los sueños son más brillantes cuando se comparten. Así, se despidió de Lira, prometiendo nunca olvidar lo aprendido.
Al volver a casa, Diego guardó el viejo libro. Sabía que cada vez que mirara sus páginas, recordaría la mágica ciudad y la importancia de los sueños. Así, siempre soñaría y compartiría, porque los sueños son el corazón de la niñez.
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