Había una vez un niño llamado Tomás. Tomás tenía un gran secreto, un secreto mágico que guardaba muy bien. Cada noche, soñaba con cosas increíbles. Soñaba con volar y jugar con estrellas. Pero, había algo más. El secreto era que podía compartir sus sueños con sus amigos.

Esa noche, Tomás, Ana y Luis se sentaron en círculo bajo un gran árbol. Todos cerraron los ojos. Tomás empezó a contar un sueño. "En mi sueño, hay un dragón que vuela por el cielo. Es un dragón de colores. ¿Quieren verlo?" Todos dijeron que sí, con muchas ganas.

El dragón, que era amable, les llevó a un bosque encantado. Allí, encontraron flores que cantaban y ríos que bailaban. Ana tocó una flor y esta comenzó a cantar una canción dulce. Tomás les dijo: "¡Nuestros sueños son mágicos! Podemos hacer lo que queramos aquí!".

Cuando la luna comenzó a bajar, Tomás dijo que tenían que regresar. Se despidieron de sus nuevos amigos del bosque. El dragón los llevó nuevamente bajo el gran árbol. Allí, los tres amigos se abrazaron y sonrieron, llenos de felicidad.

Los días pasaron y todos en su vecindario notaron que algo había cambiado. Todos estaban más felices. Tomás entendió que compartir sus sueños no solo traía alegría a sus amigos, sino también a todos los que los rodeaban.