8th Nov 2024
Un día caluroso de verano, un cuervo negro volaba en busca de un lugar donde beber. Su pico seco deseaba agua fresca, pero no había ni un solo charco a la vista. Finalmente, vio algo brillante en el suelo: era una jarra con un poco de agua en el fondo. El cuervo se acercó volando, lleno de esperanza, pero cuando metió su pico, no podía alcanzar el agua.
En lugar de rendirse, el cuervo pensó profundamente. "Tengo que ser ingenioso", se dijo a sí mismo. Miró a su alrededor y vio unas piedras pequeñas cerca. Con determinación, voló a las piedras, agarró una con su pico y la llevó a la jarra. La dejó caer dentro, y ¡ploc! escuchó el sonido del agua al agitarse.
Contento, el cuervo volvió a la piedra y la tomó otra vez. ¡Y cayó de nuevo en la jarra! El cuervo comenzó a repetir esto, levantando cada piedra una tras otra, sintiéndose más alegre. Poco a poco, el nivel del agua fue subiendo. El sol brillaba y el cuervo seguía con su esfuerzo, niega, ¡puedo hacerlo!
Finalmente, tras caer muchas piedras, el agua estaba al nivel de su pico. El cuervo ahora podía mojar sus labios y beber agua fresca. "¡Por fin!", exclamó con alivio. Sació su sed como recompensa a su perseverancia y creatividad. Se sintió feliz y orgulloso de su ingenio y como logró vencer el reto de la jarra.
Moraleja: Con ingenio y paciencia, podemos resolver incluso los problemas más difíciles. Esta lección quedó grabada en el cuervo, quien voló hacia el horizonte con su lección aprendida: nunca hay que rendirse.