28th Oct 2024
Había una vez un niño llamado Lucas. Lucas era un niño curioso que adoraba las noches estrelladas. Cada vez que veía el cielo, soñaba con vislumbrar lo que había entre las estrellas. Una noche, mientras exploraba su jardín, vio un destello brillante en la oscuridad.
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Era un grupo de luciérnagas. Las luciérnagas danzaban y brillaban como pequeños faros. Lucas las siguió, intrigado por su luz mágica. Las luciérnagas lo llevaron a un bosque oculto, lleno de árboles altos y susurros misteriosos.
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Al entrar en el bosque, Lucas sintió un aire fresco y mágico. Las luciérnagas volaron alrededor de él, guiándolo hacia un claro iluminado. En el centro del claro, había un lago que reflejaba las estrellas del cielo. Lucas estaba maravillado de lo que veía.
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Las luciérnagas se posaron sobre sus hombros y comenzaron a hablar. "Bienvenido, Lucas", dijeron, "hemos traído aquí para mostrarte la magia de la noche. Aquí, bajo las estrellas, puedes ver todas las maravillas que la noche tiene para ofrecer".
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Lucas se sentó junto al lago, y las luciérnagas le contaron historias de cada estrella. Había estrellas que contaban cuentos de valentía y amor, y otras que mostraban sueños y esperanzas. Lucas escuchó con atención, inmerso en cada relato.
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Mientras las luciérnagas hablaban, el cielo comenzó a llenarse de colores. Eran las estrellas que brillaban más fuerte que nunca. Lucas sintió como si él mismo estuviera en un sueño. La noche era mágica y las estrellas parecían bailar en el cielo.
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"Recuerda, Lucas", dijo una luciérnaga mayor, "las estrellas siempre están contigo, incluso cuando no las ves. La luz que traen también está en tu corazón. Comparte esa luz con los demás." Lucas asintió, comprendiendo la importancia de la luz dentro de él.
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Finalmente, llegó la hora de regresar a casa. Las luciérnagas lo llevaron de vuelta a su jardín, donde todo estaba en calma. Lucas miró al cielo y vio las estrellas brillar, recordando la magia que había vivido en el bosque.
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Desde esa noche, Lucas nunca volvió a mirar el cielo de la misma manera. Sabía que las estrellas no estaban lejos, estaban con él en cada paso. Y cada vez que veía una luciérnaga, recordaba aquella noche mágica y sus amigos brillantes.
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Y así, Lucas creció, llevando la luz de las luciérnagas y las historias del bosque en su corazón, siempre listo para compartirla con otros.
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