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Cuentos Para Dormir
¡Descubre la mágica aventura de Lluvia, una nube joven que aprende a ayudar a las plantas a través de la amistad! Un viaje de amor y descubrimiento.
Había una vez una nube joven llamada Lluvia. Lluvia flotaba en el cielo azul. Se sentía triste porque no sabía cómo ayudar a las plantas en la tierra. Las plantas necesitaban agua, pero Lluvia no sabía cómo convertirse en lluvia.
Un día, vio a un pequeño girasol siempre mirando hacia arriba. El girasol parecía triste. Lluvia decidió acercarse y preguntar: '¿Por qué estás triste, pequeño girasol?'. El girasol respondió: 'Necesito agua para crecer. Sin agua, no puedo ser feliz.'
Lluvia sintió un nudo en su corazón. Quería ayudar, pero solo era una nube. 'No puedo ser lluvia,' pensó. Entonces, un pájaro llamado Pablo voló cerca. Pidió a Lluvia: 'No te desanimes, amiga. Todos tenemos un propósito.'
'Pero, ¿cuál es el mío?' preguntó Lluvia. 'Tú puedes trabajar en equipo,' dijo Pablo. 'Las nubes como tú pueden aprender a ser lluvia en la amistad con el viento.' Lluvia pensó que eso sonaba divertido y decidió intentarlo.
Esa tarde, Lluvia conoció a un suave viento llamado Brisa. 'Hola, Brisa,' saludó Lluvia. 'Me gustaría aprender a ser lluvia.' Brisa sonrió y dijo: 'Solo necesitas seguir mi ritmo y dejarte mover.' Lluvia se emocionó y aceptó la ayuda del viento.
Brisa comenzó a soplar suavemente y Lluvia lo siguió. Juntos, subieron y bajaron por los cielos. Lluvia se sintió ligera y feliz. ¡Estaba jugando con Brisa! Iban a todos lados, jugando y riendo en las nubes. Así, Lluvia empezó a sentir algo especial.
Con el tiempo, Lluvia se dio cuenta de que, gracias a Brisa, estaba recogiendo agua. Se llenó con gotitas de agua y se sintió fuerte. En ese momento, supo que podía convertirse en lluvia. ¡Era su gran oportunidad de ayudar a las plantas!
Lluvia se despidió de Brisa y se preparó para su nueva aventura. Sin pensarlo dos veces, se sumergió hacia abajo. Con mucho amor, comenzó a soltar la agua sobre el pequeño girasol y sobre todos los demás.
Los girasoles se pusieron felices, sus hojas verdes brillaban bajo la lluvia. '¡Gracias, Lluvia!' gritaron. Lluvia sonrió, ya no se sentía triste. Había encontrado su propósito: ayudar y dar vida a las plantitas.
Desde aquel día, Lluvia nunca volvió a sentirse sola. Había aprendido a trabajar en equipo. Cada vez que llovía, el sol brillante siempre esperaba para jugar con los girasoles. Juntos, hacían un espectáculo de colores para el mundo.
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