20th Jan 2025
Había una vez una hormiga pequeña llamada Mía. "¡Hoy acompaño a mi mamá de compras!" dijo Mía emocionada. Juntas, caminaban por el jardín. Mía miraba las flores y decía, "¡Qué bonitas son!" A cada paso, Mía se sentía feliz. Su mamá sonreía, "Sí, cariño, las flores son muy hermosas."
Cuando llegaron a casa, Mía dijo: "¡Estoy cansada!" Su mamá respondió: "Es hora de un baño, Mía." Mía se metió en el agua y empezó a jugar. "¡Splash!" decía contenta. Las burbujas volaban por todas partes y su risa llenó la habitación. "¡Esto es divertido!" exclamó Mía, mientras flotaba en su pequeño mundo de espuma.
Después del baño, Mía salió del agua y se envolvió en una toalla suave. Su mamá la ayudó a secarse y le puso un pijama calentito. "¡Me siento como una nube!", dijo Mía sonriendo. Entonces, fue a su habitación donde su cama la esperaba acogedora. "Buenas noches, mi pequeña aventurera", dijo su mamá mientras le daba un beso en la frente.
Mía se acurrucó bajo las cobijas, sintiéndose segura y feliz. "Mañana quiero explorar más", pensó Mía mientras sus ojos se cerraban lentamente. Fuera, las estrellas brillaban y una suave brisa movía las hojas del jardín. Mía soñaba con flores coloridas y burbujas danzantes.
Y así, la pequeña hormiga Mía se quedó profundamente dormida, soñando con nuevas aventuras por descubrir. Su mamá apagó la luz suavemente, dejando que la luz de la luna entrara por la ventana. "Dulces sueños, Mía", susurró su mamá, y el sonido del jardín tranquilo fue la música perfecta para su descanso.