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Cuentos Para Dormir
Leo descubre una casa mágica llena de aves cantoras. Juntos crean un hermoso concierto que llena el aire de melodías y alegría. ¡Ven y canta con ellos!
Había una vez un niño llamado Leo. Leo amaba la música y soñaba con tener un concierto. Un día, caminando por el bosque, encontró una casa especial. Esta casa era diferente, estaba llena de aves de todos los colores.
Al acercarse, Leo oyó un canto dulce. Era una pequeña cantaora con plumas azules. Ella voló hacia Leo y le dijo: "¡Hola! Bienvenido a la casa de las aves. ¿Quieres hacer música con nosotros?" Leo asintió emocionado.
Entró a la casa y vio muchas aves. Había canarios amarillos, jilgueros verdes y pavos reales con plumas brillantes. Todos estaban listos para cantar. Leo pensó en una canción feliz que quería compartir.
Las aves comenzaron a volar alrededor de Leo. Sus trinos y cantos sonaban como una melodía mágica. Leo sonrió y empezó a cantar con ellos. Su voz se unió a la de las aves, creando un hermoso coro.
El viento soplaba suavemente, llevando la música por el bosque. Los árboles se movían al ritmo de la canción. Animales curiosos se asomaban para escuchar. Todos estaban encantados con el concierto de Leo y las aves.
Cada ave tenía su propio estilo de canto. La pequeña cantaora hacía trinos rápidos y alegres. Un canario amarillo daba notas suaves y dulces. Juntos, formaban un sonido que llenaba el aire de alegría.
Leo no podía creer lo que estaba sucediendo. Las aves eran su mejor público. Salían y entraban de la casa, como si la música las llamara. Era un espectáculo inolvidable, lleno de color y alegría.
Después de un rato, Leo se dio cuenta de que el sol comenzaba a ocultarse. Dijo a las aves: "¡Gracias por este maravilloso concierto! No lo olvidaré nunca." Las aves le respondieron con un coro de trinos felices.
Con una sonrisa y un corazón lleno de felicidad, Leo se despidió de sus nuevos amigos. Al salir de la casa de las aves, prometió regresar. Sabía que siempre habría música esperándolo en ese lugar mágico.
Desde ese día, Leo nunca dejó de cantar. Cada vez que lo hacía, sentía que las aves estaban con él. Y así, la casa de las aves se convirtió en un lugar especial, lleno de música y amistad.
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