7th Oct 2024
En un pequeño pueblo, vivía una niña llamada Clara. Clara era alegre y curiosa, siempre quería saber más. Un día escuchó un suave susurro, eran canciones del viento. Ella miró hacia la montaña y decidió que debía escalarla. ¿Quién cantaba tan bonito? Ella quería saberlo, ¡era un gran misterio!
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Con su mochila y su gorra roja puesta, Clara comenzó su aventura. La montaña era alta y verde, llena de árboles y flores. "¡Escucha, escucha!" decía el viento, mientras las hojas bailaban al ritmo de las canciones. Clara sonreía, y su corazón latía con emoción.
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A medida que escalaba, Clara encontró un arroyo cristalino. El agua brillaba como diamantes al sol. Allí escuchó a pequeños pájaros trinar, y ella se unió a su canto. "La montaña me habla, ¡y yo quiero escuchar!" cantaba Clara mientras brincaba y giraba.
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Más arriba, Clara vio un grupo de mariposas danzando. Eran de mil colores, un espectáculo encantador. "¿Son ellas las que cantan?", pensó Clara, emocionada, pero las mariposas sólo sonreían y volaban.
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Finalmente, Clara llegó a la cima, y allí vio a una mujer. La mujer tenía una voz mágica que llenaba el aire. Era la misteriosa cantante, con un vestido de estrellas y un cabello plateado. Clara estaba asombrada y la saludó con una reverencia, ¡era una verdadera bienvenida!
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La cantante sonrió con calidez y le dijo a Clara: "¡Bienvenida, pequeña, a mi hogar especial! Las canciones llegan del viento, y tú las has podido escuchar. ¿Te gustaría aprender? ¡No hay que temer!" Clara asintió, llena de felicidad, y las dos comenzaron a cantar.
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Las notas flotaban en el aire como hojas al volar. Clara aprendió que la música era un regalo que le daba alegría a la montaña. Así, cada día subía para aprender más y más, las canciones del viento nunca iban a parar.
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Clara y la cantante se hicieron amigas, unidas por la melodía. Con cada montaña escalada, nuevas historias y risas se tejían. El pueblo escuchaba las canciones, y Clara se llenaba de alegría al contarles de su amiga, la cantante del lugar, la montaña y su corazón noble.
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Desde aquel día, el pequeño pueblo sonaba con música. Todos bailaban y reían con alegría, porque Clara se había vuelto parte de la melodía. En la montaña que susurraba, las canciones siempre iban a estar y la amistad con la cantante, oh, nunca iba a terminar.
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