7th Oct 2024
Era una tarde soleada en la pequeña ciudad de Lunaria. Un tren misterioso, brillante como estrellas, llegó a la estación. Solo los que creen en magia podían ver la maravilla. Cuatro niños curiosos, Valentina, Lucas, Sofía y Mateo, se acercaron y decidieron subir.
Los niños entraron en el tren, que tenía asientos dorados y ventanas que reflejaban luces de colores. El conductor, un anciano con barba blanca, sonrió y dijo: "¡Bienvenidos a mi tren mágico! Estamos listos para viajar entre dimensiones".
El tren hizo un chasquido y se puso en marcha, llevándolos a un lugar donde los árboles eran de caramelo y el cielo, de algodón de azúcar. Los niños asombrados, se reían y bailaban, disfrutando de este maravilloso lugar.
De repente, un gigante de hielo apareció, con frías manos y un corazón de cristal. "Para salir, deben resolver mi acertijo", dijo con voz temblorosa.
Valentina, siempre ingeniosa, respondió con rapidez. "El amor y la amistad, son más poderosos que la espada. ¡Debemos unirnos y así vencer al mal!" El gigante se sonrió y les dejó continuar su camino.
El tren volvió a moverse, llevándolos a un océano de luces brillantes y criaturas danzantes. Allí encontraron un pez dorado que pedía ayuda. "Mi tesoro está atrapado en un arrecife oscuro", lloraba.
Sofía, valiente y audaz, decidió que debían ayudar. Juntos, nadaron hasta el arrecife y enfrentaron sus miedos, rescatando al pez y su oro brillante. Agradecido, el pez les dijo: "El coraje siempre trae suerte".
Siguiendo el viaje, llegaron a un bosque encantado donde los árboles hablaban. Mateo preguntó: "¿Cómo regresamos a casa?" Los árboles respondieron en coro: "Con fe y confianza, el camino se abrirá".
Finalmente, el tren paró en una estación mágica. Los niños sabían que debían volver, pero siempre llevarían en su corazón las lecciones aprendidas y la magia que habían encontrado.