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Cuentos Para Dormir
A inspiring tale of Carlos, a small snail who teaches us that perseverance and friendship are the keys to happiness. Join the race in the garden!
Había una vez un pequeño caracol llamado Carlos. Carlos vivía en un jardín jardín lleno de flores y árboles. Él siempre soñaba con ser rápido y ligero como una mariposa. Un día, escuchó sobre una carrera en el jardín y decidió participar. ¡Era su oportunidad para demostrar que tamaño no importaba!
La mañana de la carrera, todos los animales estaban muy emocionados. Los conejos saltaban, las tortugas caminaban despacio, y las aves cantaban felices. Carlos, el pequeño caracol, se sintió nervioso pero listo. Sabía que tenía que esforzarse y no rendirse.
¡Piii! Sonó el silbato y todos los animales comenzaron a correr. Carlos se movía despacio, pero no se rindió. Miró a su alrededor y vio a las tortugas intentando avanzar. Les sonrió y siguió arrastrándose con su concha brillante y colorida.
Los conejos eran muy rápidos, pasaron a Carlos en un abrir y cerrar de ojos. Pero Carlos pensó: “No importa si soy lento, solo tengo que seguir avanzando!” Y así lo hizo. Se concentró en cada paso y no se preocupó por los que estaban adelante.
Mientras Carlos avanzaba, vio a un pequeño pájaro herido en el camino. Sin dudarlo, decidió ayudarlo. Utilizó su concha para protegerlo del sol. “Gracias, pequeño caracol,” dijo el pájaro. “Eres muy amable.” Carlos sonrió, feliz de ayudar.
Carlos continuó su camino, y aunque seguía siendo muy lento, sentía su corazón lleno de alegría. Sabía que estaba haciendo algo bueno. La carrera no era solo para ganar, sino para disfrutar y ser solidario con los demás.
Al llegar a una gran colina, Carlos vio que todas las tortugas estaban tomando un descanso. Él les dijo: “¡Vamos! No debemos rendirnos! ¡La carrera sigue!” Las tortugas, animadas por sus palabras, lo siguieron en la búsqueda de la meta.
Poco a poco, con esfuerzo y dedicación, Carlos llegó a la línea de meta. Todos los animales estaban allí, y aunque no fue el primero, les alegró mucho verlo. “¡Bravo, Carlos! ¡Eres un campeón por tu valor y perseverancia!”
Carlos sonrió, entendió que lo importante no era ganar, sino seguir adelante a pesar de todo. Aprendió que eso es lo que hace a un verdadero campeón. Se sintió muy feliz de ser quien era, un pequeño caracol con un gran corazón.
Desde ese día, Carlos recibió muchos amigos en el jardín. Siempre les contaba su aventura y lo importante que es nunca rendirse. A veces, las metas parecen lejos, pero con esfuerzo podemos alcanzarlas.
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