28th Oct 2024
Había una vez un hermoso jardín lleno de flores brillantes. En este jardín, muchos caracoles vivían felices. Un día, un caracol llamado Carlos tuvo una gran idea. "¡Hagamos una carrera!", dijo emocionado. Todos los caracoles se miraron y sonrieron, les encantó la idea de correr juntos.
El día de la carrera llegó, y los caracoles se reunieron en la línea de salida. Había caracoles de todos los colores: amarillos, verdes y naranjas. Todos querían competir y divertirse. Carlos gritó: "¡Listos, preparados, fuera!" Y la carrera comenzó, ¡aunque todos eran muy lentos!
Los caracoles avanzaban lentamente, dejando un rastro brillante detrás de ellos. Durante la carrera, se contaban historias y hacían chistes. Todos reían y disfrutaban mucho. No importaba quién ganaría, lo importante era compartir ese momento juntos.
A medida que avanzaban, comenzaron a notar las bellas flores del jardín. "¡Mira esa flor roja!", dijo una caracolita llamada Sofía. Todos se detuvieron un momento para admirar la belleza de las flores. Era más bonito que correr.
Mientras contemplaban el jardín, decidieron hacer una pausa. Se sentaron en una hoja gigante y hablaron sobre lo que más les gustaba. Algunos preferían el sol, otros la lluvia. Cada caracol tenía una historia divertida para contar.
Después de un rato, los caracoles decidieron que debían continuar la carrera. "¡Vamos, amigos!", animó Carlos. Todos sonrieron y siguieron avanzando. Aunque eran lentos, estaban felices.
Finalmente, después de mucho tiempo, llegaron a la meta. Nadie sabía quién había ganado, pero todos estaban tan felices de haber participado. Se dieron abrazos y celebraron como si todos fueran ganadores.
Carlos, Sofía y los demás se dieron cuenta de que la carrera era divertida, pero la amistad y la risa fueron lo más importante. Se miraron y sonrieron, sabiendo que siempre recordarán este día.
Al final, los caracoles se prometieron hacer la carrera todos los años. "Porque lo importante es estar juntos", dijo Sofía. Y así, la gran carrera de los caracoles se volvió tradición en el jardín.
Desde ese día, cada vez que miran el jardín, recuerdan que hay que disfrutar y celebrar la vida, sin importar la velocidad. ¡Y siempre hay tiempo para jugar y ser felices!