28th Oct 2024
Había una vez un pequeño ratón llamado Miguel. Miguel vivía en un agujero en la pared de una casa grande. Todos sus amigos eran más grandes que él. A veces, Miguel se sentía pequeño y asustado.
Un día, Miguel escuchó un gran ruido afuera. Miró por el agujero y vio a un gato grande. El gato estaba buscando algo para comer. Miguel sintió miedo, pero sabía que debía ayudar a sus amigos.
Miguel decidió ser valiente. Se asomó más allá de la pared y gritó, "¡Hola, gato! ¡No deberías estar aquí!" El gato se sorprendió y miró al pequeño ratón. Quería atrapar a Miguel, pero él no se dio por vencido.
"¿Por qué no juegas en otro lugar?" preguntó Miguel. "Este es mi hogar y aquí están mis amigos." El gato, confundido, se detuvo y pensó en las palabras de Miguel. ¡Ningún ratón le había hablado antes!
El gato dijo: "No me iré. Estoy hambriento y tú eres muy pequeño." Miguel se armó de valor y se dio cuenta de que tenía que pensar en un plan. Corrió hacia el queso que su madre había dejado sobre la mesa.
Miguel empezó a hacer ruido y el gato se sintió curioso. "¿Qué pasa allá?" preguntó. Miguel empujó el queso al borde de la mesa y dejó caer un trozo en el suelo, lejos de su agujero.
El gato siguió el olor y se acercó al queso. Mientras el gato estaba distraído, Miguel gritó: "¡Ahora es mi momento!" y corrió rápidamente de regreso a su casa, fuera de peligro.
El gato, muy interesado en el queso, decidió dejar de lado su búsqueda y comer. Miguel miró a sus amigos y todos estaban felices y agradecidos.
Desde ese día, Miguel se convirtió en un héroe entre los ratones. Ellos aprendieron que el coraje no se mide por el tamaño, ¡sino por el corazón! Y todos vivieron felices en su hogar, sabiendo que Miguel siempre cuidaba de ellos.