28th Oct 2024
Había una vez, en un océano azul, una pequeña sirena llamada Marina. Marina tenía una cola brillante y escamosa, y su cabello era largo y dorado como el sol. Era muy curiosa y soñaba con conocer el mundo fuera del agua.
Un día, Marina miró hacia la superficie y vio un barco. Las personas reían y jugaban en la cubierta. "¿Qué estarán haciendo?" pensó Marina. Decidió que quería ver qué había más allá del océano.
Con un salto y un giro, salió del agua y se quedó flotando. El sol brillaba en su rostro y el viento acariciaba su piel. Marina se sintió feliz y un poco asustada al mismo tiempo.
Cuando llegó a la orilla, vio a un niño llamado Tomás. Él estaba recogiendo conchas en la playa. Marina, con su voz dulce, le dijo: "Hola, soy Marina. ¿Puedo jugar contigo?" Tomás se sorprendió al ver a una sirena.
"¡Sí!" exclamó Tomás. Jugaron y rieron en la arena. Marina aprendió sobre los juegos de los humanos y su emoción era contagiosa. Se dio cuenta de que estaba haciendo un nuevo amigo.
Con cada día que pasaba en la superficie, Marina descubría algo nuevo. Aprendió sobre el amor entre la familia cuando vio a Tomás abrazar a su mamá. Era un momento tierno que hizo sonreír a la sirena.
Pero también comenzó a extrañar a su familia en el océano. Marina sintió un nudo en su estómago. Se dio cuenta de que aunque las aventuras son divertidas, la familia es muy importante.
Un día, Tomás la llevó a un picnic. Había frutas, pan y risas. Marina se sintió tan feliz, pero aún pensaba en sus hermanas en el mar. Decidió que era hora de regresar.
Marina nadó de vuelta hacia su hogar, con el corazón lleno de amor. Cuando llegó, sus hermanas la recibieron con abrazos. Ella les contó sobre Tomás y su viaje a la superficie.
Desde entonces, Marina entendió que la curiosidad es buena, pero siempre hay que recordar a la familia. La pequeña sirena vivió muchas aventuras, pero siempre volvía a casa, donde estaba su corazón.