27th Oct 2024
En un tranquilo pueblo, había una leyenda sobre un ser llamado el Observador Eterno. Se decía que su mirada podía ver a través del tiempo y el espacio, observando todo lo que sucedía. Un día, un niño llamado Diego decidió descubrir la verdad detrás de la leyenda. Con una linterna y un cuaderno, salió al bosque donde se decía que el Observador Eterno vivía. Mientras caminaba, sentía que algo lo seguía, como una sombra amistosa que iluminaba su camino.
Al entrar en el bosque, Diego vio un claro lleno de luces brillantes. Allí estaba el Observador Eterno, con ojos que reflejaban el ciclo de la vida. Era un ser alto, de ropas largas y destellos de estrellas que danzaban a su alrededor. Diego se acercó, admirado, y preguntó: -¿Por qué me observas? El Observador sonrió y respondió: -No te observo para juzgar, sino para aprender de ti y de todos los que vienen aquí buscando respuestas.
El niño se sentó a su lado y juntos miraron cómo las hojas de los árboles cambiaban de color. -Cada cambio cuenta una historia -dijo el Observador Eterno-. Todo en el universo tiene su propio camino, y cada mirada es importante. Diego se dio cuenta de que cada ser, desde las hormigas hasta las estrellas, tenía su lugar y su propósito en el gran diseño de la naturaleza.
Mientras el sol comenzaba a ponerse, el Observador Eterno compartió sus secretos. -El tiempo no es lineal, sino un círculo que se repite. Lo que ves hoy, ya ha ocurrido antes; lo que harás, es parte de tu historia eterna. Diego sintió una mezcla de asombro y emoción al escuchar la verdad de vida y tiempo. -Entonces, debo vivir cada día plenamente, ¿verdad? -preguntó, comprendiendo.
Con una sonrisa, el Observador Eterno asintió. -Exactamente, joven amigo. La vida continúa mientras tú aprendas a mirar con amor y comprensión. Al despedirse, Diego sintió que había cambiado para siempre. Volvió al pueblo con el corazón lleno de sabiduría, listo para observar el mundo a su alrededor con nuevos ojos.