28th Oct 2024
Había una vez un sapo llamado Timoteo. Timoteo vivía en un pequeño estanque. Siempre le encantó cantar. Cantaba por la mañana y también al atardecer. Él soñaba con encontrar un lugar perfecto para su voz.
Un día, Timoteo decidió salir a buscar un buen lugar. Saltó de su estanque y se aventuró a lo desconocido. Caminó por un prado lleno de flores. Las mariposas volaban a su alrededor, disfrutando de su canto.
Timoteo llegó a un bosque. Los árboles eran altos y frondosos. Pensó: 'Aquí mi voz debe ser hermosa'. Comenzó a cantar. Pero el viento soplaba tan fuerte, que su canto no se escuchó bien.
Siguió su camino y llegó a una colina. La vista era magnífica. Se sentó en una roca y empezó a cantar. Su voz resonaba, pero había un eco que lo hacía parecer raro. No era el lugar que soñaba.
Después, encontró un campo con aves que cantaban. Un loro se le acercó y le dijo: 'Tu canto es bonito, pero aquí somos muchos cantores'. Timoteo se sintió triste, pero no se rindió.
Finalmente, llegó a un río. El agua fluía suavemente. Allí no había nada que interrumpiera su canto. Timoteo llenó sus pulmones de aire y cantó. Su voz se escuchó clara y melodiosa.
Los animales del bosque llegaron para escuchar. Conejos, ciervos y hasta una sabia tortuga se unieron a él. Timoteo estaba feliz. ¡Había encontrado su lugar perfecto!
El sapo cantó una canción hermosa. Todos lo aplaudieron con alegría. Timoteo se dio cuenta que no se necesitaba un lugar lejano. Estar rodeado de amigos era el mejor lugar para él.
Desde ese día, Timoteo cantó en el río cada tarde. Su voz se escuchaba firme y clara. Todos se reunían alrededor para disfrutar de su música.
Y así, el sapo que amaba cantar encontró no solo un lugar perfecto, sino también amigos que lo animaban. Vivió feliz, cantando su hermosa canción todos los días.