7th Oct 2024
Había una vez un joven caballero llamado Alejandro. Él soñaba con algo grande, algo de valor. Su reino estaba en peligro por un hechicero oscuro, que lanza sombras y terror en todo lugar.
Un día escuchó de una espada dorada, brillante como el sol. Decidió que debía encontrarla, con coraje y razón. La espada salvaría a su reino, y liberaría a la gente, de aquel malvado hechicero, que hacía mucho daño y quebranto.
Con su armadura brillante y su escudo fuerte, Alejandro partió hacia el bosque, entre árboles y huertos. En su camino se encontró con un dragón de fuego, que custodiaba un puente, rugiendo con gran empeño.
Alejandro se armó de valor, y gritó con gran aliento: "¡No tengo miedo!". El dragón lo miró y se detuvo en su vuelo. Le planteó un acertijo, una prueba de ingenio y tiempo.
"¿Qué va hacia arriba, pero nunca puede caer?" preguntó el dragón, con un tono sincero. Alejandro pensó y respondió: "¡El tiempo, el tiempo es un gran compañero!".
Impresionado, el dragón dejó pasar a Alejandro. Con una sonrisa y un guiño, su vuelo se había calmado. Alejandro agradeció y siguió su camino, sintiéndose más fuerte, cada vez más decidido.
Al avanzar, encontró un río que cruzar debía. Las aguas eran profundas, y la corriente movida. Pero en la orilla había un anciano sabio, que sonriendo le enseñó a hacer un barco de juncos, ligero y ágil.
"Recuerda caballero, nunca temas lo incierto. Tu valor y sabiduría te llevarán al desierto." Con su barco de juncos, sobre el río navegó. Pronto llegó a la montaña donde la espada lo esperó.
La cima era alta, y el viento soplaba feroz. Allí encontró la espada dorada, brillante como una flor. Alejandro la tomó con fuerza, y un nuevo poder sintió. La luz de la espada iluminó su camino, y con gran valor, al hechicero enfrentó al fin.
Fue una batalla de luz, magia y tesón. Con cada golpe, Alejandro luchó con el corazón. La espada dorada brilló, y el hechicero cayó. El reino se salvó, y la paz regresó.