28th Oct 2024
Ignacio era un niño curioso. Un día, mientras exploraba su jardín, encontró una puerta pequeña detrás de un arbusto. La puerta brillaba con una luz dorada, y tenía lindos dibujos de estrellas y nubes.
Con emoción, Ignacio abrió la puerta y entró. Se encontró en un lugar mágico llamado El rincón de los sueños. Había árboles que hablaban y flores que cantaban. Ignacio sonrió, maravillado por lo que veía.
De pronto, conoció a un conejo travieso llamado Bruno. Bruno tenía un sombrero azul y unas grandes orejas. "¡Bienvenido, Ignacio!", dijo el conejo. "Aquí los sueños son realidad. ¡Vamos a jugar!"
Ignacio y Bruno corrieron a un río de chocolate que fluía por el rincón. Se zambulleron en el agua dulce y se llenaron de alegría. Había peces de colores que danzaban y hacían burbujas.
Más adelante, encontraron a una niña llamada Luna, que tenía un vestido brillante. Ella estaba pintando el cielo con colores. "¡Hola!", dijo Luna. "¿Quieren ayudarme a pintarlo?" Ignacio y Bruno se unieron a ella.
Con sus pinceles mágicos, pintaron nubes de algodón de azúcar y estrellas plateadas. El cielo se llenó de luz y alegría. Ignacio nunca había visto algo tan hermoso.
De repente, escucharon un suave canto. Era una sabia tortuga llamada Tula, que les dijo: "En El rincón de los sueños, los amigos son un tesoro. Siempre cuídense y diviértanse juntos."
Ignacio, Bruno y Luna prometieron ser amigos para siempre. Pasaron el día riendo, jugando y creando. Todo era diversión en este mundo maravilloso.
Al final del día, Ignacio miró la puesta de sol y supo que era hora de regresar. "Gracias por el mejor día!", exclamó. Bruno y Luna le sonrieron, prometiendo volver a verse.
Ignacio regresó por la puerta dorada, su corazón lleno de sueños. Sabía que siempre podría volver a El rincón de los sueños cuando quisiera.