28th Oct 2024
Era un día soleado y brillante cuando dos pequeños niños, Sofía y Tomás, decidieron explorar el bosque cerca de su casa. Mientras caminaban, encontraron una puerta verde cubierta de hiedra. Esta puerta parecía mágica y les susurró que entraran.
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Sofía, una niña de siete años con cabello rizado y una camiseta azul, empujó la puerta. Tomás, un niño con pantalones cortos y una camiseta roja, la siguió con una sonrisa. Al cruzar la puerta, vieron un jardín lleno de flores de todos los colores del arcoíris.
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Las plantas comenzaron a moverse y a hablar. "¡Hola, niños!" dijeron las flores, agitando sus pétalos. Sofía y Tomás estaban asombrados. Nunca habían visto flores que hablaran. Era un mundo lleno de risas y música.
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Mientras recorrían el jardín, se encontraron con un viejo árbol sabio. El árbol tenía una cara amable y ojos brillantes. "Soy el guardián del jardín", dijo. "Aquí las historias cobran vida. ¿Quieren escuchar?" Los niños asintieron entusiasmados.
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El árbol comenzó a contarles sobre un valiente ratón llamado Pipo que salvó a su familia de un gran gato. Sofía y Tomás estaban fascinados, y el jardín brillaba con magia mientras el árbol contaba la historia.
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Después de escuchar la historia, un pequeño conejo saltó y les dijo que había más cuentos por descubrir. "¡Vamos!" gritó el conejo. Así, los niños siguieron al conejo por un sendero de flores.
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Pronto llegaron a un arroyo donde un pez dorado les habló. "Soy Dorado, y tengo un secreto. En este jardín, tus sueños pueden hacerse realidad", dijo el pez, brillando bajo el sol. Sofía y Tomás se miraron emocionados.
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"¿Podemos tener un deseo?" preguntó Tomás. El pez asintió y les pidió que pensaran en algo especial. "Su deseo se hará realidad si tienen fe", les advirtió.
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Con fe en sus corazones, Sofía deseó que pudieran visitar el jardín siempre. Tomás quería que las historias nunca terminaran. De repente, el jardín brilló intensamente y sintieron un calidez en su interior.
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Cuando se despidieron, el árbol y los animales les prometieron que siempre estarían en su corazón. Y aunque regresaron a casa, sabían que el jardín encantado los aguardaba cada vez que quisieran volver.
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