28th Oct 2024
Era un niño llamado Manuel, que vivía en un pequeño pueblo junto al mar. Un día, un viento juguetón sopló entre los árboles. El viento hacía un susurro como una canción y Manuel decidió seguirlo. Con un salto, salió de su casa y comenzó a correr tras el sonido. El viento lo guió hacia un camino lleno de flores de colores que sonaban como campanas. Manuel sonreía, lleno de alegría y emoción.
El viento lo llevó a un claro en el bosque, donde había un grupo de animales. Había conejos, pájaros y ardillas que bailaban y cantaban. Manuel se unió a la fiesta, riendo y moviéndose al ritmo de la música del viento. Los animales eran muy amistosos y lo invitaron a jugar. Todos juntos formaron una gran ronda, dándose las patas y riendo.
Mientras jugaban, el viento sopló más fuerte, trayendo consigo melodías mágicas. Manuel escuchó el sonido de un tambor y se sintió curioso. Siguiendo el sonido del tambor, llegó a un lugar donde había un gran árbol. Bajo el árbol, un anciano tocaba un tambor de madera, creando una música que hacía bailar a todos.
El anciano vio a Manuel y le sonrió. "¡Bienvenido!" dijo. "El viento trae a los que tienen alegría en el corazón. Ven, únete a nosotros." Manuel se sentó junto al anciano y todos escuchaban la música del tambor, sintiendo cómo el viento les acariciaba el rostro.
Bailaron y cantaron a lo largo del día, mientras el sol brillaba y el viento jugaba. Manuel aprendió a tocar las palmas y a acompañar al anciano. Todo era felicidad; era un lugar donde el tiempo no importaba, y el viento siempre traía alegría.
Cuando el sol comenzó a ocultarse, el viento sopló suavemente. Era hora de regresar a casa. El anciano le dijo a Manuel: "Aunque te vayas, siempre podrás oír la música del viento". Manuel sonrió, sintiendo en su corazón que nunca olvidaría aquel día.
El viento llevó a Manuel de regreso al pueblo. Al llegar a casa, le contaba a su mamá sobre su aventura. Ella escuchaba con asombro y alegría. "¡Es un cuento hermoso!", dijo ella, abrazándolo fuerte. Manuel, con una gran sonrisa, se fue a dormir feliz. Sin embargo, en su mente, aún resonaban las melodías del viento.
Desde entonces, cada vez que soplaba el viento, Manuel cerraba los ojos e imaginaba la tierra de música y alegría. Era un recordatorio de que siempre podría encontrar felicidad en su corazón. La melodía del viento lo acompañaría en sus sueños, llenándolo de amor y paz.
Y así, el viento juguetón se convirtió en el amigo de Manuel, llevando historias y música donde quiera que fuera. Nunca se sintió solo; sabía que el viento lo llevaría a nuevas aventuras. Esa era la magia del viento, un bello sonido que siempre lo sorprendía.