28th Oct 2024
Había una vez un árbol muy viejo y sabio llamado Abeto. Este árbol siempre miraba al cielo y soñaba con bailar con el viento. Su tronco era grueso y sus hojas verdes brillaban con el sol. Sin embargo, Abeto sentía que no podía moverse. Estaba triste, pero guardaba su deseo en su corazón.
Un día, un niño llamado Lucas llegó al bosque. Era un soñador y amaba la naturaleza. Al ver a Abeto, Lucas sintió que el árbol necesitaba un amigo. Se acercó y le dijo: "¿Por qué estás tan triste, buen árbol?" Abeto susurró su anhelo de bailar y Lucas sonrió.
"No te preocupes, querido árbol. ¡Te ayudaré!" dijo Lucas emocionado. Corrió a buscar unos lazos de colores. Con ayuda de sus amigos, ataron cintas felices a las ramas de Abeto. Los colores danzaban en el aire como si fueran mariposas en primavera.
El viento comenzó a soplar suavemente. Abeto sentió la brisa moviendo sus ramas. Era como si el viento le estuviera diciendo: "¡Baila!" Con las cintas a su alrededor, Abeto se movió de lado a lado. ¡Era un baile maravilloso! Lucas aplaudía con alegría.
El baile fue tan contagioso que otros árboles comenzaron a moverse también. Todos querían unirse a la diversión. Abeto miró a su alrededor y vio cómo su sueño se hacía realidad. El bosque se llenó de risas y movimientos, era un espectáculo mágico.
Con cada brisa, Abeto aprendió que no necesitaba moverse como los humanos. Su forma de bailar era única, como él mismo. Las hojas crujían y las ramas se agitaban, creando una melodía que solo los árboles podían escuchar.
Lucas, observando a Abeto, se dio cuenta de que todos tienen su manera de expresarse. "Tú eres un bailarín, Abeto!" exclamó. "¡Nadie puede bailar como tú!" Abeto sonrió con satisfacción, comprendiendo que la felicidad reside en ser uno mismo.
Después de ese día, Abeto ya no se sentía triste. Cuando los vientos soplaban, el viejo árbol siempre bailaba. Los pájaros se unían a él, cantando canciones alegres. El bosque estaba lleno de vida y armonía.
Lucas visitaba a Abeto a menudo. Siempre traía nuevos amigos que querían ver al árbol bailar. Juntos celebraban la magia de la naturaleza y la maravilla de sentirse libres. Cada baile era una fiesta de amistad.
Y así, Abeto, el árbol que quería bailar, aprendió que con amor y apoyo, todos podemos encontrar nuestra forma de expresarnos y ser felices. En el corazón de aquel bosque, el viejo árbol tenía un nuevo propósito: ¡bailar con el viento y celebrar la vida!