28th Oct 2024
Había una vez un niño llamado Lucas. Lucas vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas. Un día, Lucas vio a un mago en la plaza del pueblo. El mago tenía una vara mágica que brillaba con mil colores.
Lucas se acercó al mago y le preguntó: "¿Puedo ser tu aprendiz?" El mago sonrió y dijo: "Sí, pero debes aprender sobre la amabilidad." Lucas estaba emocionado. ¡Sería un aprendiz de mago!
El mago llevó a Lucas a su torre mágica. La torre estaba llena de libros y frascos llenos de polvo de estrellas. Lucas miraba todo con asombro y quería empezar a aprender.
"Hoy te enseñaré un hechizo," dijo el mago. "Pero primero, debes ayudar a alguien en el pueblo." Lucas no podía creerlo. ¡Tenía que ayudar antes de aprender!
Entonces Lucas salió a buscar a alguien que necesitara ayuda. Vio a una anciana tratando de levantar un saco de verduras. Lucas corrió y la ayudó. La anciana le sonrió agradecida.
"Has sido muy amable, Lucas," dijo el mago al regresar. "Ahora, vamos a aprender el hechizo." Lucas estaba feliz, la amabilidad había traído una recompensa mejor.
El mago le enseñó a Lucas a usar la vara mágica. Con un giro y un susurro, podía hacer que las flores crecieran y que los pájaros cantaran. ¡Era un verdadero mago!
Cada día, Lucas ayudaba a alguien y luego aprendía algo nuevo. Descubrió que la amabilidad hacía que su magia fuera más fuerte y hermosa.
Un día, el pueblo estuvo en peligro. Una tormenta oscura se acercaba. Lucas y el mago usaron la magia que habían aprendido juntos para salvar a todos.
Gracias a la amabilidad y a la magia, Lucas se convirtió en un gran mago, y el pueblo siempre lo recordaría por su corazón amable y su vara mágica.