28th Oct 2024
Un niño llamado Tomás encontró un sombrero muy especial. Era un sombrero de colores brillantes y brillantes. Cuando Tomás se lo puso, sintió una chispa mágica en su interior. ¡Era un sombrero que concedía deseos!
Tomás deseó que su casa estuviera llena de caramelos. Al instante, lo vio: su casa ahora estaba cubierta de dulces de todos los sabores. ¡Caramelos, chocolates y gomitas en cada rincón!
Luego, Tomás deseó un perrito muy divertido. Y, ¡sorpresa! Un pequeño perrito de pelaje rizado apareció, ladrando alegremente y moviendo su cola. Se llamó Chispa y eran amigos de inmediato.
Tomás pensó en algo más loco: ¡deseó que hubiera una fiesta de baile en su jardín! En un instante, el jardín se llenó de luces brillantes y música alegre. Todos sus amigos vinieron a celebrar.
Bailaron y riendo, Tomás saltó como nunca antes. Pero luego, deseó un mundo lleno de helados. De repente, ¡los árboles tenían conos de helado! Helados de fresa, chocolate y vainilla.
Sin embargo, no todo salió bien. Al desear un tren de caramelos, el tren salió disparado por todo el barrio. ¡Los caramelos volaban por todas partes! Tomás tuvo que correr detrás de él.
Tomás controló el lío deseando un gigante que ayudara. Un gigante amable apareció y juntó los caramelos. ¡Todo el mundo se rió y celebró juntos!
Después de un largo día de diversión, Tomás sintió que era hora de descansar. Deseó un lugar suave y cómodo para dormir. Entonces, todo se transformó en un enorme y esponjoso nido de almohadas.
Antes de cerrar los ojos, pensó en lo divertido que había sido. Tomás sabía que siempre tendría su sombrero mágico, lleno de sorpresas y risas. ¡Nunca se olvidaría de su día increíble!
Y así, cada vez que Tomás necesitaba diversión, solo se ponía su sombrero mágico. Porque la vida es mejor con un poco de magia.