28th Oct 2024
Había una vez un pequeño árbol llamado Tilo. Tilo era más pequeño que los otros árboles del bosque. Siempre miraba hacia arriba y soñaba con ser tan grande como ellos. Los árboles altos siempre tenían hermosas hojas y cantaban con el viento.
Un día, Tilo le preguntó a una gran encina: "¿Cómo puedo crecer como tú?" La encina sonrió y respondió: "Con amor, paciencia y tiempo, pequeño amigo". Tilo se sintió feliz, pero ¿cuándo crecería él?
Cada día, Tilo se esforzaba por alcanzar el sol. Se estiraba y se estiraba, pero aún era pequeño. A veces, se sentía triste. Las ardillas pasaban corriendo por los árboles más altos mientras Tilo anhelaba ser parte de su juego.
Una mañana, una suave lluvia empezó a caer. Tilo sintió el agua en sus raíces y pensó: "Esto es bueno para mí". La lluvia le dio vida y creció un poco más. Cada gota era un regalo que lo ayudaba a ser más fuerte.
Con el tiempo, las estaciones cambiaron. Llegó la primavera, y Tilo comenzó a brotar hermosas hojas verdes. Los pájaros vinieron a hacer nidos en su rama. Tilo estaba muy emocionado, pero aún quería crecer más.
Tilo recordó las palabras de la encina. Así que decidió disfrutar del calor del sol y del canto de los pájaros en lugar de apresurarse. Pasaron los meses y Tilo se dio cuenta de que estaba aprendiendo algo importante: cada uno tiene su propio tiempo.
Las flores a su alrededor comenzaban a florecer, y eso lo alegraba. Tilo se dio cuenta de que no estaba solo. Todos los árboles, grandes y pequeños, eran parte de un hermoso bosque. Estar juntos era lo que verdaderamente importaba.
Un día, miró su sombra en el suelo. ¡Era más larga! Tilo sonrió. Estaba creciendo, aunque aún era pequeño entre los grandes. Lo que importaba era que él también tenía su propia belleza, aunque no fuera tan alto.
Con el tiempo, Tilo se convirtió en un árbol hermoso. Sus hojas eran verdes y brillantes, y los pájaros seguían viniendo a su rama. Aprendió que con amor y paciencia, puede crecer a su propio ritmo.
Y así, el pequeño árbol Tilo entendió que ser pequeño era especial. Todos en el bosque lo querían, porque él era parte de su hogar. Y con cada día que pasaba, Tilo se sentía más feliz de ser quien era.