28th Oct 2024
Un día, un niño llamado Tomás decidió explorar un jardín mágico. Este jardín estaba lleno de flores de muchos colores. Cada flor tenía un rostro bonito y sonrisas brillantes. Tomás estaba emocionado y un poco asombrado. ¡Nunca había visto algo tan especial!
Cuando Tomás se acercó a una flor roja, la flor dijo: "¡Hola, Tomás!". El niño se quedó sorprendido. "¿Puedes hablar?" preguntó. La flor sonrió más y respondió: "Sí, aquí todas las flores hablamos. ¡Ven y escucha nuestras historias!".
Tomás no podía creerlo. Se sentó en el césped verde. Una flor amarilla comenzó a contar su historia. "Soy la flor del sol, me gusta brillar y bailar con el viento, y cada día me despierto con una sonrisa brillante".
Luego, una flor azul habló: "Yo soy la flor del río. Crezco cerca del agua. Escucho las historias de los peces y las ranas. ¡Es tan divertido!". Tomás escuchó atentamente.
Después, una flor blanca comenzó a cantar. Su voz era suave. "Soy la flor de la noche. Cuando llega el anochecer, cuento historias a las estrellas. ¡Ellas son mis amigas!". Tomás se sintió feliz.
Las flores invitaron a Tomás a unirse a ellas. Él empezó a contarles sobre su vida, su familia y sus sueños. Las flores escuchaban con atención y sonrisas.
El sol comenzó a ponerse y Tomás sabía que era hora de irse. Pero quería volver. "¿Puedo venir mañana?" preguntó. Las flores respondieron: "¡Sí! Siempre te estaremos esperando".
Tomás salió del jardín, riendo y feliz. Sabía que había encontrado un lugar mágico que siempre recordaría. Las flores también sonrieron al despedirse.
Esa noche, mientras se dormía, Tomás soñó con el jardín mágico y sus amigas las flores. Sus suaves voces llenaban su corazón de alegría.
Al día siguiente, Tomás regresó al jardín. Las flores estaban justo donde las dejó, listas para contar más historias de la naturaleza.