7th Oct 2024
Era una vez un pequeño conejo llamado Nico. Cada noche, miraba al cielo lleno de estrellas. "Quiero saltar alto, alto, tan alto, que pueda tocar esas luces brillantes."
Nico soñaba con las estrellas, brillando y danzando. Su corazón latía, su energía aumentando. Se preguntaba qué pasaría, si un día pudiera volar.
Una noche, Nico salió de su casa, bajo la suave luz de la luna. Miró las estrellas y, con un gran salto, se sintió como una pluma en el aire.
Salto y salto, más y más alto, pero pronto se dio cuenta, no podía ir tan alto. Miró a su alrededor, un poco triste y cansado.
De repente, escuchó una voz suave. Era una lechuza sabia, que en la rama estaba. "No te desanimes, pequeño amigo. A veces los sueños son caminos, no un destino,"
La lechuza sonrió, con su mirada brillante. "Si saltas ahora, podrás volar adelante. El secreto está en soñar, ¡y nunca parar de intentar!"
Nico respiró hondo y con fuerza saltó. Más alto que nunca, el cielo brilló. Sintió una ráfaga, y el viento lo abrazó.
De pronto, en lugar de caer, él comenzó a girar. Como un pequeño cometa, en el cielo pudo danzar. Lleno de alegría, no podía creer.
Finalmente, aterrizó suavemente en un campo de flores. Miró al cielo y notó que las estrellas sonreían. "Los sueños no siempre son como creemos. En el camino de la vida, encontramos lo que queremos,"
Así aprendió Nico, un pequeño conejo feliz. Que a veces los sueños, vienen a ti, como un sutil y dulce matiz.