28th Oct 2024
Había una vez un niño llamado Miguel que amaba explorar el bosque. Un día, mientras caminaba entre los árboles, vio algo brillante. Era un árbol mágico, cubierto de hojas doradas que brillaban como el sol. El árbol parecía hablarle, invitándolo a acercarse.
Miguel tocó el tronco del árbol y sintió un poder especial. Cerró los ojos y deseó tener un montón de juguetes. Para su sorpresa, los juguetes aparecieron de repente a su alrededor. Se sintió muy feliz, pero también un poco solitario.
Al día siguiente, Miguel regresó al árbol para pedir un nuevo deseo. Esta vez deseó tener muchos amigos. Pero, a pesar de su deseo, no llegaron nuevos amigos. Miguel se sentó bajo el árbol, sintiendo que algo faltaba en su corazón.
Un día, vio a otros niños jugando a lo lejos. Se unió a ellos, y con cada risa, descubrió que la amistad no se puede desear, se construye. Aprendió que compartir momentos y jugar juntos era mejor que cualquier juguete.
Al regresar al árbol mágico, Miguel le agradeció por las lecciones que aprendió. Ya no deseaba cosas materiales; ahora sabía que el verdadero regalo era tener amigos. Y así, el árbol sonrió, iluminando todo el bosque con su brillo dorado.