28th Oct 2024
Había una vez un árbol llamado Verdi. Verdi era un árbol grande y verde. Su tronco era fuerte y sus hojas brillaban al sol. Pero Verdi se sentía solo. Quería amigos con quienes jugar y contar historias.
Un día, una ardilla llamada Chispa subió por su tronco. Chispa era rápida y juguetona. "¡Hola, Verdi!" dijo Chispa. "¿Por qué no llamas a los niños y a los animales para que vengan a jugar?" Verdi se emocionó con la idea.
Chispa y Verdi comenzaron a hacer ruido. Chispa saltaba de una rama a otra, haciendo que las hojas crujieran. "¡Ven a jugar!" gritaban. Los animales en el bosque escucharon y se acercaron al árbol.
Pronto, un grupo de conejos saltando llegó. Eran suaves y curiosos. Después, unos pajaritos empezaron a cantar. Su música hizo que más animales vinieran: ciervos, zorros y hasta un pequeño oso.
Los niños que jugaban cerca también escucharon la música. Vendrían a ver qué estaba pasando. Se acercaron corriendo, llenos de risas y sonrisas, felices por ver a tantos amigos.
Verdi sonrió con sus hojas al ver a todos juntos. Había conseguido lo que siempre había deseado: amigos. Todos comenzaron a jugar alrededor de su tronco, creando un gran lugar de diversión.
Bailaban, corrían y contaban cuentos. Verdi se sentía feliz al escuchar tantas risas. A cada risa, sus hojas brillaban más y más. Era un momento mágico, lleno de alegría.
Con el tiempo, todos los días, los amigos regresaban a jugar con Verdi. Se hicieron promesas de siempre regresar. Verdi nunca más se sintió solo, su corazón estaba lleno de amor.
Ahora, Verdi no era solo un árbol, sino un lugar mágico. Los niños y los animales siempre compartían grandes historias bajo su sombra fresca. Era un lugar de sueños felices.
Así, Verdi, el árbol amigable, se convirtió en un símbolo de amistad. Y así, la historia del árbol sigue viva en el corazón de aquellos que jugaron bajo sus ramas.