28th Oct 2024
Era un día nublado. David, un niño de seis años, se despertó sintiéndose triste. Miró por la ventana y vio el cielo gris. Él quería ver el sol. Se sintió solo y desanimado.
Mientras caminaba por su jardín, el viento suave acarició su rostro. "Hola, pequeño David", susurró el viento. David sonrió un poco. "¿Qué quieres, viento?", preguntó curioso.
"Quiero mostrarte algo hermoso", dijo el viento. Con un soplo, hizo bailar las hojas de los árboles. David miró cómo se movían y empezó a sentir un poco de alegría en su corazón.
"Mira las flores", siguió el viento. "Son pequeñas, pero llenas de color y alegría". David vio las flores brillantes. Los colores lo hicieron sentir feliz y lleno de amor.
"Y mira a los pájaros", dijo el viento, mientras hacía que las aves volaran alto. "Ellos cantan hermosas canciones para ti". David cerró los ojos y escuchó el canto alegre.
El viento lo llevó a un lugar donde los niños estaban jugando. Rieron y compartieron sus juegos. David se unió a ellos y se sintió feliz, olvidando su tristeza.
"Todo esto es mágico", dijo David, agradecido al viento. "Gracias por enseñarme lo que hay a mi alrededor". El viento sonrió y lo abrazó con suavidad.
"Recuerda, pequeño amigo, siempre hay belleza en lo pequeño. A veces, solo necesitas mirar con atención". David asintió, comprendiendo la lección del viento.
Con el cielo aún nublado, David ahora tenía una nueva perspectiva. Se sintió lleno de amor y alegría, por las cosas simples que lo rodeaban.
Y así, cada vez que el cielo estaba gris, David se acordaba del viento y de cómo lo ayudó a encontrar la felicidad en el pequeño mundo que lo rodeaba.